Cuando la necesidad te invade con sus garras cruentas, y las quieres cubrir al precio que sea, no piensas que en ese intento invades el espacio de otra persona y sus propias necesidades quedarán sin cubrir por tu robo o estafa.
Explicarlo puede ser largo y extenso, y a mí no suele importarme si estoy inspirada en escribir sin pensar que puedo cansar o no, pero en este caso, voy a exponer un caso que ví el otro día.
El que roba, sustrae y cosas parecidas, no tiene en cuenta que sean las cinco de la mañana y que vengas con unas copas en el cuerpo, o que sea invierno frío y a las nueve de la noche no pasa un alma por la calle, pero tú sí, porque vuelves a casa con ganas de entrar en calor, cuanto tiene la necesidad, actúa y ya está, le dá igual que sean las cinco de la mañana, como si son las cinco de la tarde, la necesidad a veces te nubla el entendimiento y actúas precipitadamente y sin pensar, y es lo que debió de pasar al siguiente "ladronzuelo" de esta historia.
Cinco de la tarde, (como si fuera un cartel de una plaza de toros cualquiera), avenida amplia de una ciudad mediana, mayoría de mujeres en las aceras, cercanas a un colegio, invita a pensar que van a buscar a sus retoños, un joven nervioso, se pase por la acera, sin rumbo fijo, ¿estará esperando su primera cita? De repente acelera el paso y se sitúa detrás de una mujer joven que lleva un bolso bandolera y que mientras camina sin mucha prisa, está hablando por el móvil. Al típico tirón, le sigue la frase más típica "al ladrón, al ladrón" que como alma que lleva al diablo, en unas pocas zancadas ha desaparecido de la vista de todo presente. La mujer caída en el suelo, aturdida por el golpe, no reacciona al principio, un remolino de gente está en su entorno, intentando ayudarla a levantar, ¿se encuentra bien? ¿llamamos al 061? Yo-dice una señora mayor- ya he llamado a la policía. En estas, la joven atracada, se mira a sí misma y empieza a sonreir al principio y seguidamente cae en una risa de las que los transeúntes pensamos que el golpe se lo ha dado en la cabeza y no se encuentra bien, pero encima, la risa es contagiosa. Cuando consigue dominar los nervios y su risa, dijo - Gracias a todos, estoy bien, un poco dolorida, pero me reía de pensar en la cara que pondrá el pobre desgraciado cuando vea que el bolso que se ha llevado está lleno de papeles de colores para hacer manualidades- todos los ojos fueron a parar a un bolso minúsculo que llevaba cruzado y que se suponía llevaba la documentación (el mayor trastorno que te puede acarrear un necesitado de lo ajeno) y dinero fuese poco o mucho) El círculo poco a poco fue desapareciendo y pienso en la necesidad que podía tener el joven para arriesgarse a cometer un crimen más sangriento, si la afortunada mujer, se hubiera dado un mal golpe al caer.
Irene.
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