Erase
una vez, una joven adolescente (14 años), que trabajaba de 8 a 15 horas, y estudiaba en
una academia por la tarde taquigrafía y mecanografía y por la noche en
instituto intentaba sacar el BUP.
Su
padre, ebanista, trabajaba en un taller y por ley tenía que haber un
representante sindical en cada lugar, a dedo (porque nadie quería ser) le tocó
a él por votación de los compañeros.
El
hombre, salía de su trabajo y tenía que ir a sindicatos a las reuniones,
después de su horario de trabajo, no era remunerado (como ahora) ni podía coger
festivos ni tenía fiesta (como ahora), había días que después de aquellas
reuniones llegaba a las 12 de la noche, al día siguiente su jornada laboral era
la misma que la de sus compañeros, y tenía el handicap, que al no conseguirse
lo que se pretendía y al patrono se le pretaban las clavijas, todo eran malas
caras, por parte de compañeros y por parte del empresario.
Eran
mediados y finales de los 70, el mundo sindical era diferente, en el mundo
laboral, si querías llegar a final de mes o de semana (que ese padre cobraba
por semanas) tenía que hacer horas en otro taller los sábados todo el día y en
ocasiones, los domingos por la mañana.
El
padre y la hija, pagaban sus cuotas de sindicalistas, estaban convencidos que
era una forma de tener unidad contra la opresión del patrono. Por supuesto, los sindicatos y sus miembros
no recibían subvenciones del estado y todo se forjaba en la lucha igualitaria.
Pasaron
los años, y los sindicatos fueron comprados por el gobierno de turno, los
sindicalistas consideraron que eso era un oficio, y más de uno vive de eso,
secretarios, cabecillas, etc., etc. los pobres no saben hacer otra cosa, pero,
los estoy manteniendo con mis impuestos y mis sueldos, al igual que a los
políticios, a los bancos, etc.
Resulta
que ahora la lucha no está contra el patrono o el empresario, (que no nos
engañemos, si al empresario que pone la pasta, le vá bien en su empresa,
también nos irá bien a los que trabajamos en ella) hay mucho empresario o
patrono que es a la vez trabajador. La
mayoría de los banqueros, políticos, sindicalistas de altos vuelos, son unos
chupasangres, devoradores de personas.
Pregonan
a los cuatro vientos, valores tan importantes para mantener una sociedad libre,
como son la solidaridad, la justicia, etc. y entonces recuerdo el libro
best-seller por excelencia, de más ventas y más leído que el Quijote, y que se
llama la Biblia ,
en el que cuenta, que hubo un señor que tenía muy buena oratoria y que hablando
de los políticos de su época, decía “…Haced lo que ellos dicen, pero no hagais
lo que ellos hacen…” y es cuando yo les digo a toda esa peña que sale en los
medios gritando “igualdad para todos” “…No seais hipócritas, ni sepulcros
blanqueados…”
No
vendría mal que ese señor, después de veintiún siglos, volviera, entonces se
daría cuenta que en su época eran super ricos, porque si se pusiera ahora a
hacer el milagro de los panes y los peces, no tendría siquiera el pan ni peces
para obrar el milagro.
Irene
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