martes, 26 de junio de 2012

SENTIMIENTO PATRIÓTICO

      Hace poco, sentíamos vergüenza de decir "yo, soy español", eso de las banderas de España (signo y emblema de un país), de la mano en el pecho cuando sonaba el himno, era impensable.
       Vergüenza, debemos de sentir, cuando político tras político, día tras día, noticias tras noticias, conocemos o nos recuerdan que el que más o el que menos, se ha hecho como poco, un chalet en la sierra, en la playa, en la isla paradisíaca de turno, mientras con total impunidad siguen robando a los españoles, su educación, su casa (piso de 60 m2.) su trabajo, su honor, su prestigio, su valor, su dignidad, con severos recortes, con cargas dinamitantes de impuestos, etc., mientras ellos, no sólo no devuelven lo que han robado, ni van a la cárcel (en algunos casos, para ellos unas vacaciones pagadas a todo lujo por los propios españoles), sino que se ponen unos sueldos, que algunos ni en toda la vida trabajando, podríamos soñar, y el que te hace un favor marchándose y dejando el puesto para que otro se haga rico de la misma manera (¡¡que generosidad!!), se dá a sí mismo una indemnización por librarnos de él, que ya quisieran muchos autónomos, gerentes de empresa, funcionarios, mineros, etc. en toda su vida laboral, verlo junto.

      Pero, cuando todo parece que va mal en este país, algo tan insignificante (hasta hace poco) como es hacer deporte y ejercicio, convence a las masas de que con tesón, con trabajo, con un sueño por conseguir y cumplir, se puede conquistar el mundo, y miramos a Indurain, Contador, Fernando Alonso, Rafa Nadal, los Gassol, y tantos y tantos más, que con su ejemplo y su humildad, nos dicen, "si luchas, si crees en lo que haces, si te rodeas de gente que de verdad te quiere y te apoya, puedes conseguir lo que te propongas" y esos pocos, esos unos, se convierten en grupos y en equipos, ahí tenemos a las chicas de sincronizada que parecen sirenas, a los chicos de balonmano, baloncesto, voleibol Teruel (existe y vaya sí existe), que nos dicen que juntos podemos conseguir muchas más cosas, solo hay que creer, que podemos.
   
        Y claro que se puede, que se lo digan a los que parecía que nunca iban a ganar nada, que siempre nos dejaban con el "casi", "mala suerte", y que nos hacían sentir un país, que a la hora de la verdad, siempre tenía que sentir vergüenza de "ser español".   Pero eso se acabó, y aquí estamos con el "deporte rey" del país España, abrazándonos cuando suena el himno, y cantándolo con el "lololo...." (desafinando, pero es igual), poniendonos camisetas con los colores de una bandera que ahora ya no escondemos, y la colgamos en los balcones, ¡¡¡por fín!!! nos sentimos orgullosos de ser españoles, sacamos pecho y levantamos la cabeza, individualmente quizás no, pero cuando nos unimos, cuando creemos en nuestros sueños, cuando nos sentimos algo importante dentro de....(lo que sea) decimos con orgullo y con la mano en el pecho YO, SOY ESPAÑOL.

       ¿No dá que pensar, que sea el deporte quién nos haga sentir importantes, nos haga olvidar por unos momentos el mal rato que estamos pasando y nos saque de lo más hondo nuestro sentimiento patriótico?

Irene

jueves, 21 de junio de 2012

RESISTIR

      Sus ojos redondos, oscuros casi negros, limpios, transparentes, incrédulos a la vista del cuerpo inerte, frío y a la vez cálido y amoroso. 
      Su mano pequeña y regordeta, de dedos menudos y temblorosos, acariciaba muy despacio el rostro de su madre. 
      Sentía el abrazo protector de ella, aunque el calor de su cuerpo desaparecía según pasaban las horas.  Múltiples agujeros motivados por la metralla, hacían que su sangre corriera fuera de su cuerpo, empapando el del hijo de corta edad y que protegido por su cuerpo y su abrazo, no tenía ninguna herida en el cuerpo, aunque de por vida, su alma estaría destrozada.
       Me acerqué con mi objetivo, sacar una fotografía de aquellos dos cuerpos, se me antojaba como poco paradógico, la muerte tenía un precio, el amor de una madre protegiendo a su hijo de la barbarie.
       Disparé mi máquina fotográfica sin parar, preso del nerviosismo típico de estar en medio de una batalla campal, los sonidos de las ametralladoras eran silbidos suaves frente a los golpes que provocaban los misiles que a tan solo unos metros iban cayendo sin compasión;  mientras el cuerpo de la madre, descansaba y enfriaba, tirado en el suelo, el niño de apenas dos años, me miraba con sus ojos oscuros, incrédulo, sin entender, sin comprender y sin saber, porqué el abrazo de su madre, cada vez se hacía más tenso y más frío.
       Hice una última fotografía a esa carita, mientras dejaba a un lado de mi costado la máquina, mis manos temblorosas y sudorosas intentaba coger aquel bebé para llevarlo a un sitio seguro, sólo en ese momento, me percaté que su mano estaba firmemente agarrado al velo de su madre, tanto y tan fuerte que al tirar de él para elevarlo, movió el cuerpo de su madre.  Inmediatamente me sobrepuse al susto inicial, lo que antes eran silbidos suaves de ametralladora, ahora parecía que querían silbar en mi oído.  Con el niño en brazos, intenté correr pegado a las paredes de aquel barrio que parecía iba a desaparecer de un momento a otro.
       Si él había sobrevido, si había resistido, yo tenía que resistir por él y por mi mismo...

Irene

martes, 12 de junio de 2012

AMARGAMENTE....

      Eran más de las dos de la tarde, llegaba tarde a casa para comer y volver al trabajo, no le iba a dar tiempo de descansar un poco y para colmo de males, se había confundido de parada y el autobus para hacer transbordo le caía un poco lejos, para ir con prisas.

      Al llegar a una plaza, tan sólo le quedaba unos 30 metros para la siguiente parada, se giró y vió que el autobus que tenía que coger, se acercaba muy rápido, mirando hacia delante, aceleró el paso, no iba a llegar, no iba a llegar.  En la esquina observó que un chaval de unos 18 años, bien parecido y bien vestido a los transeuntes que iban por delante les abordaba diciéndoles algo y todos le decían que no, como no le vió la mano extendida, pensó que pedía tabaco, (que pena-pensó); cuando llegó a su altura, el chico con ojos de vergüenza y un hilo de voz le dijo, "por favor, puede darme un euro con veinte céntimos, que no..." no oyó más, le dijo que no como todos los anteriores, sólo pensaba en que el autobus le estaba pasando y no llegaba a tiempo de cogerlo en la parada; y no llegó.

      Cerca quedaba una esquina que hacía ángulo, en la que podía ver si venía otro autobus que le podía dejar también cerca de su casa, cualquiera de los dos le servía, así que se puso en la esquina, pero no podía quitarse de la cabeza al chaval, ¿para qué querría el dinero? -que más dá en que se lo gastara, ese no era su problema, tenía que haberse parado y prestarle atención-, los minutos pasaban y ella intentaba ver entre la gente, por si el chaval seguía en el mismo sitio.  Pensaba "seguro que voy hacia allá y vienen los autobuses, porqué no se acercará él aquí?, ¿y si fuese mi hijo? a mí me gustaría que si necesita ayuda en algún momento, alguien lo socorra";  se abrió el bolso, cogió el monedero y buscó el 1,20, encontró una moneda de dos euros, mejor, se fué volviendo sobre sus pasos en busca del muchacho, cuando vió que llegaba el autobus, ¿eran trampas del destino?, aquello no estaba resultando justo para ninguna de las partes, y si dejaba pasar el autobus y luego el chaval no estaba?, llegó a la parada y con la cabeza agachada subió al autobus.

    Iba casi vacío (raro en esa hora punta), tuvo la oportunidad de tener asiento y sentada, mirando por la ventanilla y con remordimientos de conciencia, porque ahora sí que ya no había remedio, recogió el monedero, y pensando en el muchacho parado en aquella esquina, con esos ojos de agobio, pensó en su hijo y... amargamente lloró.

Irene

viernes, 8 de junio de 2012

Madre, mi carbonero...

      Sentado al lado de la cama del más pequeño, observa como el niño duerme plácidamente.  Le retira un mechón del flequillo que le acaricia la frente, como si de un pañuelo de seda se tratara.  Observa sus propias manos, fuertes, duras, con callos, dispuestas siempre a trabajar duro, pero también, capaces de acariciar tiernamente como en ese momento.  Las junta y se tapa la cara con ellas, siente que lijan su rostro, las lágrimas que surcan sus mejillas no estan suficientemente húmedas para reblandecer las callosidades, esas manos duras y fuertes, que han picado la tierra de la mina.
    El corazón seco y los pulmones negros heredados de tantas generaciones que se habían dedicado al carbón.
    En algún remoto escondrijo de su cerebro se escondía una melodía que oía cuando era pequeño y que las mozas cantaban en su pueblo, "madre mi carbonero, no vino anoche, Carbón, Carbón, Carbón, Carbón, y lo estuve esperando todo la noche, Carbón...., Carbón, carbón de encina y picón, carbón de encina, picón de olivo, niña bonita vente conmigo".
   Como si de una película se tratara, los recuerdos de la niñez y la juventud, volvieron fuerte, en aquella ocasión que vió correr a su madre calle abajo en dirección a la mina, todo el pueblo iba dándo voces, se había hundido la mina, habían quedado atrapados los mineros, su padre no volvió nunca más por casa.
    Y en aquella ocasión, cuando salían de juerga con los mozos, todos ellos compañeros de la mina y uno empezó a toser, y a toser y a toser y manchando el pañuelo de sangre, se lo llevaron a la capital y tampoco volvió.
    Recuerda cuando su hermano, en una silla de ruedas desde los dieciocho años, no pudo entrar en el cementerio del pueblo para ver como enterraban a su madre, porque se hundía la silla en la tierra, igual que se hundió cuando estaba en la mina, aunque él tuvo más suerte que los otros dos que le acompañaban.
    También recuerda cuando las minas comenzaron a trabajarse con máquinas pesadas y caras, a pleno sol, ya no había que bajar, pero seguía siendo duro, o eran los años los que empezaban a pesar.
    Mucho ha dado a la mina, un padre, un amigo, las piernas del hermano, él era afortunado, pero ahora veía como su hijo, hombre joven y con fortaleza, le quieren echar de la mina, ya no sirven, ni ellos ni el carbón, ¿que será de sus vidas? toda su vida ha sido la mina y el carbón, esa piedra negra, sucia, peligrosa por su polvillo, pero que a muchas generaciones nos ha dado calor.
    Su hijo marchó a la capital para pedir y reclamar unos derechos, desde entonces el pueblo está muerto, la huelga que llevan de 12 días, más los paros que habían realizado para protestar dejan su peso en las casas y en las familias, ¿podrán aguantar mucho más? ¿hasta cuando? ¿que será del nieto que ahora cuida?  Felices sueños hijo, felices sueños.
Irene

miércoles, 6 de junio de 2012

CUANDO LA BRISA SOPLA

   Sentada en un asiento del autobús, con las flores entre el regazo y su abrazo, parecía como si llevase a un bebé durmiendo, la sonrisa como la Gioconda, firme, sosegada, observa a las personas que suben y bajan, ella tiene un largo recorrido hasta su destino.  Escucha conversaciones de los niños que tiene dos filas más adelante, le provocan ampliar su sonrisa, !Qué inocencia!, ojalá les dure mucho o la pierdan tarde, o incluso cuando sean mayores, no la sepulten en su interior con las responsabilidades del día a día.
   Muy cerca, escucha a otras madres como ella, hablar de sus hijos, de sus problemas, conversaciones que se entremezclan con el ruido del motor, con las risas de unas adolescentes que juegan a ser mayores, con los gritos de dos ancianas que no se ponen de acuerdo en que parada tienen que bajar.
   Mira por la ventanilla, el sol está tibio, hace muy buena mañana, para pasear es ideal, para ir de visita, también.
   No puede evitar, incluir sus sentidos en la conversación de las madres, una comenta lo duro que le está resultando que su hija mayor esté fuera estudiando en el extranjero, otra voz distinta, se queja de que el hijo le llega a las tantas de la madrugada los fines de semana, y ella no puede descansar, mientras que la hija, no recoge su habitación, otra madre, con la voz más grave, opina que se quejan de vicio, que ya le gustaría a ella no tener que ir siempre con los gemelos colgando, siempre pendientes de sus libros, de sus meriendas...Una cuarta, les indica que llegan a su parada y les recrimina que se quejen tanto, "si tuvierais una sola como yo, y con novio, es como no tener nada, cuando está en casa se cierra en su habitación y echo de menos los tiempos en que la llevaba de la mano a donde yo quería".
  Todas bajaron, menos una que según le escuchó iba al cementerio y todavía le quedaba un "trecho", como a ella.
  Las paradas sucesivas, dejaban al autobús cada vez más vacío, faltaban dos paradas para llegar a su destino y sólo quedaban, el conductor, una de las madres que había quedado y ella.
  El destino no se hizo esperar, cogió sus flores, bajó del autobús y paseó tranquila y serena hacia una tumba, en la que el sol dejaba sus rayos tibios de aquella mañana.
   Su sonrisa, se hizo más grande, "buenos días hijo mío, felicidades, hoy habrías cumplido diecisiete años.  Tu padre se ha ido temprano como siempre a trabajar, tu hermana anda muy liada con la selectividad y tu abuela, me ha llamado al punto de la mañana para saber como me encontraba.  Estoy bien, hijo, con ganas de volver a abrazarte, echándote mucho de menos.  ¿Sabes? tu prima la de Madrid, se casa este año, tu padre quiere que vayamos todos, pero no está decidido.  El domingo vendremos todos a verte y..." el silencio del camposanto permitía escuchar los latidos de su corazón, y la brisa que soplaba, mecía las copas de los cipreses, mientras el sol seguía con sus rayos tibios, iluminando la mañana.

Irene

lunes, 4 de junio de 2012

QUE ES LA VIDA?

      A veces estamos tan pendientes de nosotros mismos, que no somos conscientes de nuestro alrededor.
Para que no digan que somos egoístas, nos preocupamos de nuestra estirpe, hacia abajo o hacia arriba, hacia los lados, derecha o izquierda, hacia los amigos, esos que no son impuestos, que los hemos elegido nosotros, y ¿qué hacemos?

     Nos levantamos, vamos a trabajar(el que tiene la suerte de tenerlo), sufrimos y padecemos, (que eso de amor al arte, con ésto no vá) volvemos a casa (sin disfrutarla, la usamos y ya está) pobre casa, a veces no tenemos tiempo de limpiarla, de lavarle la cara, a veces resulta una cárcel, pocas, un jardín del Edén. Recibimos o hacemos una llamada, realizamos una mueca (que sonrisa queremos poner), si ponemos la televisión, nos inflan con muertos, que no son de película, pero nos estremecemos poco, ya estamos acostumbrados, uno más, y yo no puedo evitarlo, el mal está hecho yá.  Los bancos nos roban impasibles, los políticos, haber quien puede más (a meterse nuestro dinero en el bolsillo suyo), si sales a la calle a comprar, vas tan justa con dinero en el monedero que tienes que ir sumando (porque ya no te llega ni para la calculadora) mental, como cuando íbamos al colegio y nos hacían decir la tabla de multiplicar, aunque en este caso, conforme sumas menos cosas en el carro, más echas de menos el bienestar de hace "ná"

    Parece un juego de palabras, pero no era mi intención, es "como la vida misma", si miras las caras de las personas, no hay alegría, el que puede te "bufa" para decir "buenos días" y con la que tenemos encima, en fin, esto es un caos.

    Pero si esto son "dos" días para que te vas a quejar, pues sí, señor o señora mía me quejo, de que como estoy tan preocupada de si mi marido o mis hijos o yo misma sin ir más lejos, podamos perder el trabajo, que eso implica, que no en un momento dado como nos "hinchan" a pagar impuestos, nos suben los precios de lo más necesario, que es la comida y la vestimenta, que no pueda pagar mis facturas, porque estoy pagando las suyas, que es a mí a quien quitarán la casa, mientras la suya es cada vez más lujosa,.... pues sí, me quejo, porque el estar preocupada de esas "cosas" de esas "nimiedades", me impiden disfrutar, de la sonrisa de un amigo, de preocuparme de si una amiga está mejor o peor que la semana pasada, de pasear por el parque y sentir el césped acariciando mis pies, porque todas esas preocupaciones, me impiden disfrutar de mi buen amigo el libro que hace tiempo me compré, porque no disfruto de las risas de los niños, porque no las oigo, porque a ellos tambien les hemos contagiado la amargura, la infelicidad.... Me quejo, porque a pesar de todo ésto, sólo depende de mí, el ir a buscar a ese ser querido y darle un abrazo y sino tenemos para tomarnos un café, los bancos del paseo siguen siendo gratis (de momento) para poder disfrutar de un momento de charla, de sonrisas y lágrimas, que esas serán únicamente nuestras, y por mucho que suba o baje la inflación, eso sólo depende de mí, de mis amigos, mis parientes, porque, afortunadamente los abrazos y la amistad, el cariño y el amor, la sonrisa y la pasión, son gratis.
Un besazo
(no me olvido de tí, Pilar)