jueves, 21 de junio de 2012

RESISTIR

      Sus ojos redondos, oscuros casi negros, limpios, transparentes, incrédulos a la vista del cuerpo inerte, frío y a la vez cálido y amoroso. 
      Su mano pequeña y regordeta, de dedos menudos y temblorosos, acariciaba muy despacio el rostro de su madre. 
      Sentía el abrazo protector de ella, aunque el calor de su cuerpo desaparecía según pasaban las horas.  Múltiples agujeros motivados por la metralla, hacían que su sangre corriera fuera de su cuerpo, empapando el del hijo de corta edad y que protegido por su cuerpo y su abrazo, no tenía ninguna herida en el cuerpo, aunque de por vida, su alma estaría destrozada.
       Me acerqué con mi objetivo, sacar una fotografía de aquellos dos cuerpos, se me antojaba como poco paradógico, la muerte tenía un precio, el amor de una madre protegiendo a su hijo de la barbarie.
       Disparé mi máquina fotográfica sin parar, preso del nerviosismo típico de estar en medio de una batalla campal, los sonidos de las ametralladoras eran silbidos suaves frente a los golpes que provocaban los misiles que a tan solo unos metros iban cayendo sin compasión;  mientras el cuerpo de la madre, descansaba y enfriaba, tirado en el suelo, el niño de apenas dos años, me miraba con sus ojos oscuros, incrédulo, sin entender, sin comprender y sin saber, porqué el abrazo de su madre, cada vez se hacía más tenso y más frío.
       Hice una última fotografía a esa carita, mientras dejaba a un lado de mi costado la máquina, mis manos temblorosas y sudorosas intentaba coger aquel bebé para llevarlo a un sitio seguro, sólo en ese momento, me percaté que su mano estaba firmemente agarrado al velo de su madre, tanto y tan fuerte que al tirar de él para elevarlo, movió el cuerpo de su madre.  Inmediatamente me sobrepuse al susto inicial, lo que antes eran silbidos suaves de ametralladora, ahora parecía que querían silbar en mi oído.  Con el niño en brazos, intenté correr pegado a las paredes de aquel barrio que parecía iba a desaparecer de un momento a otro.
       Si él había sobrevido, si había resistido, yo tenía que resistir por él y por mi mismo...

Irene

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