martes, 12 de junio de 2012

AMARGAMENTE....

      Eran más de las dos de la tarde, llegaba tarde a casa para comer y volver al trabajo, no le iba a dar tiempo de descansar un poco y para colmo de males, se había confundido de parada y el autobus para hacer transbordo le caía un poco lejos, para ir con prisas.

      Al llegar a una plaza, tan sólo le quedaba unos 30 metros para la siguiente parada, se giró y vió que el autobus que tenía que coger, se acercaba muy rápido, mirando hacia delante, aceleró el paso, no iba a llegar, no iba a llegar.  En la esquina observó que un chaval de unos 18 años, bien parecido y bien vestido a los transeuntes que iban por delante les abordaba diciéndoles algo y todos le decían que no, como no le vió la mano extendida, pensó que pedía tabaco, (que pena-pensó); cuando llegó a su altura, el chico con ojos de vergüenza y un hilo de voz le dijo, "por favor, puede darme un euro con veinte céntimos, que no..." no oyó más, le dijo que no como todos los anteriores, sólo pensaba en que el autobus le estaba pasando y no llegaba a tiempo de cogerlo en la parada; y no llegó.

      Cerca quedaba una esquina que hacía ángulo, en la que podía ver si venía otro autobus que le podía dejar también cerca de su casa, cualquiera de los dos le servía, así que se puso en la esquina, pero no podía quitarse de la cabeza al chaval, ¿para qué querría el dinero? -que más dá en que se lo gastara, ese no era su problema, tenía que haberse parado y prestarle atención-, los minutos pasaban y ella intentaba ver entre la gente, por si el chaval seguía en el mismo sitio.  Pensaba "seguro que voy hacia allá y vienen los autobuses, porqué no se acercará él aquí?, ¿y si fuese mi hijo? a mí me gustaría que si necesita ayuda en algún momento, alguien lo socorra";  se abrió el bolso, cogió el monedero y buscó el 1,20, encontró una moneda de dos euros, mejor, se fué volviendo sobre sus pasos en busca del muchacho, cuando vió que llegaba el autobus, ¿eran trampas del destino?, aquello no estaba resultando justo para ninguna de las partes, y si dejaba pasar el autobus y luego el chaval no estaba?, llegó a la parada y con la cabeza agachada subió al autobus.

    Iba casi vacío (raro en esa hora punta), tuvo la oportunidad de tener asiento y sentada, mirando por la ventanilla y con remordimientos de conciencia, porque ahora sí que ya no había remedio, recogió el monedero, y pensando en el muchacho parado en aquella esquina, con esos ojos de agobio, pensó en su hijo y... amargamente lloró.

Irene

2 comentarios:

  1. Le puede su buen corazón... pero créeme, si le diésemos dinero a todo el que nos pide, pronto estaríamos pidiendo nosotros también.

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado el relato y ciertamente es como la vida misma, esto me ha ocurrido en varias ocasiones, en un par de ellas me han pedido dinero para el autobús y les he dado, incluso he llegado a esperar sin que me vieran, a que viniera un bus por ver si subían y efectivamente así fue.
    Saludos

    ResponderEliminar